Cuando empiezan las vacaciones de verano, vas al nuevo parque infantil de la ciudad. Allí te encuentras con tus amigos y juegan juntos en los columpios, los toboganes y otros juegos divertidos.


Mientras juegas, ves a un niño que está solo. Algo te parece extraño, pero no sabes por qué. Lo observas por un momento. Parece feliz jugando solo, pero no responde cuando otros niños le hablan. En cambio, sonríe y saluda con la mano cuando alguien le toca el hombro para llamar su atención.


¿Cuáles son tus favoritos?

Sigues jugando con tus amigos y no piensas más en el niño. Pero de repente, te das cuenta de algo. Está trepando al juego de barras—su lugar favorito. Se le nota muy feliz. Cuando llega a la cima, sonríe con orgullo. Pero al empezar a bajar, no ve a un grupo de niños corriendo hacia el tobogán de abajo.


¿Qué crees que sucede?

Corres hacia el juego y gritas: “¡Oye! ¡Cuidado! ¿Me oyes? ¡Fíjate bien!”. Pero el niño no responde. Se cae al suelo con fuerza. Sus ojos se llenan de lágrimas. Tus amigos se acercan. Algunos se ríen. Otros se burlan de él. El resto solo se queda mirando.


¿Qué decides hacer?