Le gritas a Cristian: “¡Te dije que tuvieras cuidado pero no me escuchaste!”. Tus amigos se ríen y dicen: “Vamos, sigamos jugando. No pierdas el tiempo con ese niño. Fue su culpa, no la tuya”.
Cristian está llorando. Parece lastimado. Pero tú estás demasiado molesto para ayudarlo. Aunque está sufriendo, decides regresar con tus amigos y seguir jugando.
Al final, una señora amable llama a una ambulancia y Cristian es llevado al hospital.
Esta historia inspiró a muchos niños a aprender lengua de signos y a ver el mundo desde otra perspectiva. Demostró que la amistad y la empatía pueden superar cualquier barrera cuando no juzgamos a los demás.