Zara tiene siete años y le encanta pintar. Hoy hay un gran proyecto de arte en el centro comunitario. Todos los niños del barrio están allí. Zara está emocionada, pero también nerviosa. Frente a ella hay un gran lienzo en blanco. La maestra dice que van a pintar juntos.

Pero Zara tiene un problema. Su mano se cansa rápido, y no está segura de poder terminar.


Zara observa a los otros niños. Pintan felices. Algunos dibujan flores. Otros, animales. Zara toma su pincel y empieza a pintar. Pero después de unos minutos, su mano le duele. Se siente avergonzada. Deja el pincel y mira su árbol. Está a medio terminar.


¿Cómo se siente Zara cuando su mano empieza a doler?

Leo, un niño de su clase, se da cuenta.
—¿Pasa algo? —pregunta.

Zara se siente avergonzada, pero responde:
—Mi mano se cansa cuando pinto por mucho tiempo.

Leo piensa por un momento.
—¡Tal vez pueda ayudarte! —dice.

Zara se sorprende pero está feliz.
—¿Cómo puedes ayudarme?

Leo sonríe.
—Podemos turnarnos. Tú me dices qué pintar, y yo te ayudo.


¿Cómo se siente Zara cuando Leo le ofrece ayuda?

Zara y Leo están pintando juntos. Zara tiene las ideas, y Leo la ayuda a pintarlas. Su árbol se ve hermoso: hojas verdes, flores brillantes y grandes ramas.

Algunos niños se acercan a mirar.

—¿Podemos ayudar también? —pregunta uno de ellos.

Zara se queda quieta por un momento. Le gusta trabajar con Leo, pero no quiere que los demás descubran su "secreto".


¿Qué debería hacer Zara? Cuando los otros niños quieren ayudar…