Zara respira hondo y sonríe.
—¡Está bien, pintemos juntos!
Los niños se unen. Agregan pájaros, flores pequeñas y patrones de colores. Zara se siente feliz al ver cómo sus ideas cobran vida. Entonces, decide decirles la verdad.
—A veces, mi mano se cansa cuando pinto —admite.
Los niños no se ríen ni se burlan. En su lugar, sonríen y dicen:—¡No pasa nada!
Cuando terminan, la pintura está llena de colores. Todos se sienten orgullosos. La maestra sonríe y dice:
—¡Esta es la pintura más bonita que hemos tenido!
Zara se da cuenta de que pedir ayuda hizo que la pintura fuera mejor... y que ella se sintiera mejor también.
Está bien pedir ayuda cuando algo es difícil. Trabajar juntos hace que todo sea mejor y más divertido.