Mia tiene siete años y está en segundo de primaria. Le encanta la escuela y todo lo relacionado con ella. Está ansiosa por aprender. También disfruta de las actividades al aire libre, especialmente de los juegos en equipo con muchos jugadores.

Una mañana soleada, un nuevo estudiante llamado Sam llegó a la escuela. Sam era un poco diferente: usaba una silla de ruedas. Por esa razón, los niños no saben cómo incluirlo en sus juegos. Los juegos que suelen jugar parecen no ser adecuados para él. Como los niños no saben que hacer, Sam empieza a sentirse excluido y solo.


Un día, Mia ve a Sam, observando a los demás jugar. Se le ve triste, como si quisiera unirse, pero no supiera cómo llamar su atención. También no quiere interrumpir el juego y que los demás se molesten. Mia decide actuar. Reúne a sus amigos y les sugiere cambiar el juego para que Sam pueda participar.

El grupo se divide en dos. Algunos niños están felices de apoyar la idea de Mia. Otros no quieren parar de jugar su juego favorito sólo por Sam, el niño nuevo.


¿Conoces a alguien que use una silla de ruedas?

Mia quiere que Sam se sienta bien en el grupo. También espera que el grupo le incluya en sus juegos. Podrían aprender a ser tolerantes.


¿Debería Mia proponer un nuevo juego para que Sam y el grupo se sientan cómodos?

Mia toma la iniciativa y detiene el juego de las escondidas. Sugiere que el grupo juegue a la búsqueda del tesoro. De esta manera, Sam también podrá divertirse.


El grupo tiene que tomar una decisión: