Lily era una niña amable que vivía en un vecindario lleno de colores, flores y árboles. Todas las tardes, los niños de su calle jugaban juntos en el parque. Corrían, saltaban y trepaban, pero Lily no podía jugar como ellos.


Lily usaba una silla de ruedas para moverse. Tenía ruedas plateadas y un asiento rojo brillante. A ella le encantaba su silla porque la llevaba a todas partes, pero a veces se sentía triste. No podía correr ni trepar como los demás niños.

A Lily le gustaba estar afuera, pero muchas veces se quedaba a un lado, mirando a los demás jugar. A los niños les caía bien Lily, pero no sabían cómo incluirla en sus juegos.


¿Crees que Lily quería jugar con los otros niños?

Un día soleado, una nueva niña llamada Emma se mudó al vecindario. Emma tenía mucha energía y le encantaba jugar a la mancha. Cuando vio a Lily sentada sola, se acercó a ella.

—¿Por qué no juegas con nosotros? —preguntó Emma.

—No puedo correr como ustedes —dijo Lily en voz baja, mirando su silla de ruedas.

Emma pensó por un momento y luego sonrió. —¿Y si jugamos un juego donde todos estemos sentados? Así seremos iguales.

Los niños escucharon la idea de Emma, pero un niño dijo: —Eso no suena tan divertido como correr.

Lily sonrió a Emma por ser tan amable, pero no estaba segura de que los demás quisieran jugar un juego sentado.


¿Crees que Emma seguirá intentando encontrar un juego para todos?

Emma no se rindió. Cada día intentaba un juego nuevo. Jugaron con una pelota, pero rodaba demasiado rápido para Lily. Intentaron juegos de adivinanzas, pero los otros niños se aburrían.

Aun así, Emma siguió intentándolo. Lily se sentía feliz porque Emma quería incluirla. Poco a poco, los demás niños también comenzaron a pensar en ideas para que todos pudieran jugar.


¿Emma debería seguir intentando incluir a Lily o dejar que los niños vuelvan a sus juegos de siempre?