Pero Gigi se mantiene firme y no deja que Ticu y Dora se burlen de su voz.

—Sé que no creen en mí, pero este es mi sueño. Lo intentaré, sin importar lo que digan —responde con determinación.

El día del concurso, cuando llega su turno, Gigi da un paso al frente. Respira hondo, cierra los ojos y canta más fuerte y hermoso que nunca. Por un momento, todos guardan silencio. Luego, empiezan a aplaudir y a animarlo. ¡Los jueces están asombrados!

—¡El premio a la Voz Dorada es para Gigi el gallo, por el canto más extraordinario que hemos escuchado!

Gigi, con los ojos bien abiertos y el corazón lleno de alegría, acepta su premio.

Desde ese día, los animales de la granja ya no ridiculizan su canto, sino que lo admiran. El sueño de Gigi se ha hecho realidad porque creyó en sí mismo, incluso cuando nadie más lo hizo. Cada mañana, el canto de Gigi resuena por toda la granja, recordando a todos que, para brillar, hay que seguir la voz interior. Gigi ganó, a pesar de todas las burlas y dudas.